Comentario a Lectura Bibilica del Lunes de la Decimoquinta Semana del Tiempo Ordinario - P.Julio Gonzales C. OCD

15.07.2013 10:37

Lecturas bíblicas

a.- Ex. 1,8-14.22: Tiranía de los egipcios.

b.- Mt. 10, 34-42; 11,1: Jesús, señal de contradicción.

Este evangelio nos presenta a Jesús como signo de contradicción (vv.34-36), la renuncia que exige seguir a Jesús (vv.37-39), y la conclusión del discurso apostólico (vv.40-42). Encontramos una enorme contradicción de un Mesías, que está llamado a ser Príncipe de la paz, que contradice la lucha por la paz de tantos hombres que con las armas quieren conseguirla, y predica la bienaventuranza que alaba y bendice a los pacíficos, pues serán llamados hijos de Dios y uno de los mensajes de sus discípulos en su predicación es desear la paz a las personas y pueblos, que los acojan como misioneros de Jesús (cfr. Is. 9, 5; Lc. 10, 7-15). La lucha de Jesús y su espada, no son germen de violencia como la que conocemos, no es declaración de guerra contra nadie. Reprendió a sus discípulos Santiago y Juan, que invocaban un castigo del cielo (cfr. Lc. 9, 54-55). La lucha, es más bien, de parte de los hombres contra Cristo Jesús, su Iglesia y sus miembros. Lo que lleva a la división entre los hombres, es la presencia de Jesús, su Evangelio, sus actitudes y criterios; podemos afirmar sin temor que su espada, es el evangelio, es decir, la palabra de Dios. Mensaje de salvación, buena noticia que exige fidelidad en el amor, negación, para que por medio de la fe, esperanza y caridad llegar a la unión con Dios. No todos están dispuestos, por falta de amor a Dios a la renuncia, una fe confiada, una esperanza cierta en la vida eterna. Esta división, de la que habla el evangelio, ya la primitiva comunidad de Mateo la había vivido, experimentado, con el decreto de expulsión de la Sinagoga para todo aquel que confesase su fe en Jesús, como Mesías de Dios. Esto trajo la división de las familias y comunidades, es la queja de Miqueas (cfr. Miq. 7,1-7), que contempla, y los hombres con él,  las consecuencias de la apostasía de Yahvé en Israel: jueces corruptos, todos enemigos de todos, destruidos los lazos familiares. El día del Juicio se acerca, vislumbrado por el profeta, llegan con Jesús de Nazaret y el Reino, con un mensaje de paz, viene como espada que divide lo bueno de lo malo, a los creyentes de los que rehúsan creer; espada de una decisión a la que se enfrenta todo hombre. La falsa paz, corrompida, es la borra toda oposición entre Dios  y Satanás la que deja todo como estaba. La verdadera paz en Cristo nuestra reconciliación (cfr. Rm. 5,11; 2 Cor. 5,18; Ef. 2,11-22). La palabra de Jesús es espada que puede separar a los parientes dentro de una familia, por la decisión que tomen respecto a ÉL, causa de dolor, pero no de enemistad hostil o irreconciliable. En un segundo momento, Jesús, exige la respuesta desde el amor, antes que la propia familia, es un amor sobrenatural: amar a Dios y al prójimo, incluido el esposo y los hijos desde el amor que se tiene al Hijo, es el único camino que Dios Padre nos propone para llegar al Cielo. La decisión consiste en optar por Cristo sí o no. Quien no toma la decisión, no es digno de Cristo, lo que no significa que ame más a su familia, con un corazón dividido no se logra plenitud humana ni cristiana. La cruz, es el mayor signo de un amor victorioso, vencedor de la muerte, del pecado y de Satanás; tomarla cada día será no sólo seguir a Cristo sino hacer de la vida una entrega hasta el final. En un tercer estadio, encontramos el final del discurso apostólico (cfr.Mt.10). El enviado es como el que envía, en este caso dos envíos que obran misteriosamente. Jesús es el Enviado por el Padre, que a su vez envía a sus discípulos a predicar, los hombres los  pueden acoger con la fe o con el rechazo e incredulidad, así también acogen o rechazan a Jesús como al Padre. Finalmente, Mateo nos presente una incipiente estructura de la Iglesia del evangelista: los profetas, hombres de Dios que enseñan la fe; los justos, hombres que acreditados por una vida integra, son ejemplos de fe y servicio a la comunidad; los pequeños que son el pueblo de Dios, que sin responsabilidades jerárquicas constituyen los preferidos del Señor y la comunidad debe cuidarlos con dedicación especial (cfr. Mt.18,10-14).     

Si bien Teresa de Jesús está pensando en sus comunidades religiosas, hoy pensamos en con ella en la Iglesia, la familia, la sociedad, finalmente en cada uno en forma personal. Necesitamos de la paz que nace del encuentro frecuente con Jesucristo, Príncipe de la paz (Is. 9, 5). “Paz, paz, hermanas mías dijo el Señor, y amonestó a sus Apóstoles tantas veces. Pues creedme, que si no la tenemos y procuramos en nuestra casa, que no la hallaremos en los extraños” (2M 1,9).