Comentario al Evangelio del Jueves de la Decimoquinta Semana del Tiempo Ordinario - P.Julio Gonzales C. OCD

18.07.2013 09:46

 Mt. 11, 28-30: Soy manso y humilde de corazón.

En este evangelio encontramos una invitación al descanso a todos los pobres y hambrientos, la gente sencilla, los apenados y enfermos. Uno podría preguntarse: ¿De qué estamos cansados? En los tiempos de Jesús el yugo se refería a la observancia estricta de la Ley mosaica que el pueblo ya no soportaba tantas prescripciones  que ya ni las conocían ni observaban; Ley que había sido dada para la salvación y la vida (cfr. Ez. 20,13). Por eso, los maestros fariseos y escribas, consideraban como malditos de Dios al  pueblo ignorante (cfr. Hb. 15,10). El descanso al que invita Jesús, es a sentirse aliviados del peso de la Ley de Moisés, su absolutismo, y acoger el yugo suave de su doctrina, que consiste primeramente en la acción del Espíritu Santo en lo interior del creyente, poniendo la fuerza necesaria para cumplir los mandamientos, las bienaventuranzas, y lo más importante el amor a Dios y al prójimo. El yugo de Cristo, es suave y ligero, porque viene al hombre con humildad, desde su misterio de haberse hecho uno como nosotros (cfr. Flp. 2,5); lo acoge para que descanse en ÉL y le invita a la mansedumbre para que desde esta experiencia comience el camino de una intimidad divina que lo haga un discípulo y revelador del amor de Dios en su vida para el prójimo (cfr. 1Jn. 5,3). La ley de Cristo, es yugo llevadero porque nace de la alegría y de la confianza en Dios; Jesús es más exigente, como vemos en las bienaventuranzas, que los rabinos judíos, pero la diferencia está en que es Maestro manso y humilde, y no despótico (cfr. Zac. 9, 9). Esa religión y moral, basada en normas y leyes, sin alegría, desgraciadamente todavía se vive en la Iglesia de hoy porque muchos cristianos, lo entienden como un mero cumplimiento. La religión fundada por Jesucristo está basada en el evangelio, anuncio alegre de la salvación, libertad y gozo, amor a Dios y al prójimo. Creemos y seguimos a Jesús, creemos en su palabra y en los valores que encarnó y predicó; exige una respuesta de amor. Como bautizados, el Espíritu Santo ora en nuestro interior, como hijos con el Hijo al Padre. ¡Padre nuestro! Esta relación de filiación divina posibilita la respuesta a la voluntad de ese Padre Dios que nos ama y une a su Hijo e ingresar en la vida eterna.

La Santa Madre Teresa, exige cultivar esta virtud para ser verdadero cristiano orante y contemplativo; conocer la propia verdad o realidad a la luz de la verdad de Dios. “Una vez estaba yo considerando por qué razón era nuestro Señor tan amigo de esta virtud que la humildad, y púsome delante esto: que es porque es suma Verdad, y la humildad es andar en verdad” (6 M 10,7).