Comentario a Lectura Biblica del Sabado de la Decimotercera Semana del Tiempo Ordinario- P.Julio Gonzales C. ocd

06.07.2013 16:40

 

Gn. 27, 1-5. 15-29: Jacob le quitó la bendición a Esaú.

b.- Mt. 9, 14-17: Discusión sobre el ayuno.

Si bien este evangelio sitúa a los apóstoles frente a un tema muy concreto, como es el ayuno, Jesús se traslada al futuro, al tiempo del Reino de Dios, de la Iglesia. Él se presenta como el Mesías esperado, en forma implícita (v.15). Se presenta como el novio de los tiempos mesiánicos, es decir, el portador de los bienes de la salvación. La imagen del matrimonio, es común en la Escritura, lo novedoso es que Jesús se identifique con ese símbolo que Yahvé usa para expresar su relación de amor con su pueblo Israel (cfr. Os. 2, 18-20; Is. 54, 5-6). Estaba anunciado que Israel sería presentada como la esposa fiel, pues ahora es el tiempo, la promesa se ha cumplido. Importante es entrar en el círculo de amigos del novio para alegrarse en su boda. Es tiempo de bodas, de alegría, no de llanto, ni de ayuno y tampoco de luto, porque el sentido interno del ayuno es la aflicción por los pecados cometidos, es tiempo de júbilo por la salvación que alborea. “Llegará el tiempo en que el esposo les sea arrebatado, entonces ayunarán”(v.15). Este espacio de dicha tendrá su fin, porque Jesús estará presente por un determinado tiempo hasta que les sea arrebatado, velado anuncio de su violento final, de la dolorosa separación. Era necesaria su partida (cfr. Jn.16,7), sin embargo, en el tiempo de la Iglesia, la presencia de Jesús no es dada por el Espíritu y la Eucaristía (cfr.Jn.16,7; Ap.21,9ss). En el tiempo entre la Ascensión y la Parusía el ayuno adquiere un significado nuevo: no es sólo obra de la penitencia, sino expresión del dolor por haberse separado del Esposo. Un segundo momento tenemos la imagen  del paño nuevo o manto y los odres nuevos (vv.16-17), imagen del mundo, los cielos y la tierra envejecerán y serán recogidos como un paño o también el mantel que bajó del cielo ante Pedro, un mundo nuevo, nueva creación (cfr. Heb. 1, 10-12; Hch. 10,11). Ambas imágenes contraponen lo viejo y lo nuevo, tiempo generoso como el vino y resistente como la tela nueva; tiene su propia ley, la alegría rebosante; al Mesías no le acomodan las antiguas formas, nacerán nuevas, comparaciones que hablan de la confianza y la victoria del Evangelio. La religión que conoció el Israel del tiempo de Jesús, no se podía remendar con paño nuevo como el Evangelio. El contenido de la predicación de Jesús era totalmente nuevo, espíritu nuevo, con entrañas de misericordia, compasión, fraternidad universal. Con ÉL han comenzado los tiempos nuevos, tiempos mesiánicos, está presente entre ellos el Mesías, para quitar el paño viejo, para extender el paño nuevo para siempre. Dios crea todo  nuevo, creación nueva, tierra y cielos nuevos (cfr. Is.65, 17; 2P 3,13; Rm. 8,19-23; Ap.21,1). La presencia del Reino de Dios, rompe todos los moldes tradicionales, a vino nuevo odres nuevos, imagen recurrente del AT (cfr. Gén. 49, 8-12; Jn. 2,1-12). No se puede tener fe en Jesús y seguir siendo fiel a prácticas vacías, insustanciales de las que se esperaba la salvación. Aceptar la salvación exige una vida nueva, hombres nuevos, libre de prejuicios del judaísmo, dispuestos a dejarse moldear por el Espíritu Santo. La revelación de Jesús es continuidad progresiva del AT y cumplimiento s nuevo e irrepetible. La obra mesiánica tiene su propia plenitud que se prolonga hasta el fin del mundo (cfr. Mt.5,17). De ahí que Jesús considera “Dichosos los ojos que ven lo que estáis viendo” (Lc. 10, 23). No todo lo antiguo es malo o hay que dejarlo, el sano discernimiento es fundamental para acoger lo completamente nuevo, como lo deja entrever Mateo, cuando enseña que la vieja economía era buena, pero incompleta, la nueva en cambio es completamente buena, es decir, se ha alcanzado la plenitud de la revelación (v.17). El cristiano debe aprender a discernir que lo que la Iglesia le propone, es lo importante para su vivir en Cristo.

Teresa, siempre consideró a Jesucristo como el Esposo de su alma por medio de la consagración en la vida religiosa y los votos. Nuestra consagración bautismal nos desposa con Cristo Jesús, alianza de amor y salvación. “Mirad lo que costó a nuestro Esposo el amor que nos tuvo, que, por librarnos de la muerte, la murió tan penosa como muerte de cruz.” (5 M 3,12).