Comentarios a las lecturas bíblicas del Miercoles de la Duodecima Semana del Tiempo Ordinario - P.Julio Gonzales C. ocd

26.06.2013 11:41

Lecturas bíblicas

a.- Gn.15,1-12.17-18: Abrán creyó al Señor y el Señor hizo alianza con él.

b.- Mt. 7, 15-20: Los falsos profetas. Por sus frutos los conoceréis.

Este evangelio es toda una advertencia: cuidarnos de falso maestros, profetas o doctores que  persiguen otros intereses y no los de Dios. La invitación a ingresar al Reino de Dios, es para todos, de ahí que la comunidad de Jesús esté compuesta de buenos y malos, de trigo y cizaña. La Iglesia, como buena madre, supo aprender a buscar principios de discernimiento, desde temas referidos a la fe como a la moral, y costumbres de los hombres y mujeres que profesaban la fe. Dentro del mismo pueblo de Dios, la Iglesia aparecieron profetas, que hablaron en nombre de Dios, pero también conoció los profetas falsos. Serán los frutos, en definitiva, quienes determinan si un profeta es verdadero o falso. La imagen del árbol bíblico, tiene raíces profundas, para expresar la vida de Israel como pueblo de Dios (cfr. Is. 61, 3; Jer. 2,21; Mt. 15,13; Jn. 15, 1. 8). Todo árbol bueno, produce frutos buenos, y el árbol malo, produce frutos malos. Detrás de este criterio se encierra el principio de la unidad del hombre y sus obras, es decir, el hombre regenerado por la fe y el bautismo, da buenos frutos de santidad por su unión con Cristo Jesús (cfr. Jn.15,1-8). Por los frutos, conocemos la naturaleza y salud del árbol, por las obras, conocemos a la persona. Que importante será, entonces revisarse continuamente, sobre los frutos que estamos dando día a día, en la presencia del Señor y de los hermanos. Si llevamos una vida sacramental frecuente y de calidad, hacemos oración, pues tenemos un encuentro con Jesucristo en su palabra, no podemos sino seguir dando frutos de santidad y gracia, de fe y amor para gloria de Dios Padre.

En su tratado sobre los grados de oración, Teresa de Jesús, hace la comparación del alma con un huerto que hay que cuidar con esmero para que de buenos frutos. “Ahora tornemos a nuestra huerta o vergel, y veamos cómo comienzan estos árboles a empreñarse para florecer y dar después fruto, y las flores y claveles lo mismo para dar olor. Regálame esta comparación, porque muchas veces en mis principios, y plega el Señor haya yo ahora comenzado a servir a Su Majestad, (digo principio de lo que diré de aquí adelante de mi vida), me era gran deleite considerar ser mi alma un huerto y al Señor que se paseaba en él.” (V 14,9).