Lectio Divina Domingo Undecima Semana del Tiempo Ordinario - P.Julio Gonzales C. ocd

16.06.2013 16:56

Lecturas bíblicas:

a.- 2Sam.12, 7-10.13: El Señor perdona tu pecado. No morirás.

b.- Gál. 2,16.19-21: No soy yo es Cristo quien vive en mí.

c.- Lc.7, 36-8,3: Sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor.

ESQUEMA

1.- Invocación al Espíritu Santo: Ven Espíritu Santo…

2.- Acto Penitencial: Perdón Señor….

3.-Oración colecta: ¡Oh Dios!, fuerza de los que en ti esperan, escucha nuestras súplicas; y pues el hombre es frágil y sin ti nada puede, concédenos la ayuda de tu gracia para guardar tus mandamientos y agradarte con nuestras acciones y deseos. Por nuestro Señor.

4.- Lectio divina:

a.- ¿Qué dice el texto?

- “Un fariseo le rogó que comiera con él, y, entrando en la casa del fariseo, se puso a la mesa. Había en la ciudad una mujer pecadora pública, quien al saber que estaba comiendo en casa del fariseo, llevó un frasco de alabastro de perfume, y poniéndose detrás, a los pies de él, comenzó a llorar, y con sus lágrimas le mojaba los pies y con los cabellos de su cabeza se los secaba; besaba sus pies y los ungía con el perfume” (Lc.7, 36-37).

El evangelio nos presenta el interés que tienen los fariseos por conocer a Jesús, independiente de las razones que tienen para invitarlos a estos eventos. Uno de ellos, Simón lo invita, la comida es un buen espacio para conversar, aclarar dudas y ganar hombres para el reino de Dios. Estos encuentros se hacen más frecuentes a medida que avanza este evangelio (cfr. Lc.11, 37; 14,1). Jesús entra en casa y se pone a la mesa (v.36). Antes de la comida y sus detalles, el evangelista nos presenta a una mujer que denomina, pecadora. ¿Cuál era su pecado? No lo sabemos, pero por lo de ser mujer pública, podía ser prostituta, mujer de un hombre de mala reputación, adúltera, discapacitada, relacionada con gentiles. ¿Quién era? La tradición afirma que era María Magdalena, o María de Betania, hermana de Lázaro… Encontramos la predilección de Cristo por los marginados, como lo demuestra con esta mujer, que vive al margen de la sociedad judía: por ser mujer y por su oficio. Sabe que Jesús va a comer a casa del fariseo e irrumpe en la comida con un frasco de perfume. No sabemos el motivo de su venida, pero se supone un encuentro previo con el Maestro, una conversión a la persona y mensaje de Jesús. La mujer no está invitada, pero viene y ofrece lo que tiene, el perfume, sus lágrimas y sus besos. ¿Por qué viene? Sabe que Jesús ofrece un mensaje de salvación, como los profetas, conoce al hombre que acoge y se  entrega a los demás. En casa del fariseo, los protagonistas son Jesús, Simón, el dueño de casa, y la mujer. Ambos muy distintos, y distantes socialmente, le ofrecen a Jesús sus dones. La mujer llega al banquete, y comienza a llorar, riega los pies de Jesús, los enjuga con sus cabellos y los unge con perfume. Pero con sus acciones, acapara la atención sobre Jesús. Lucas, se detiene en los detalles como la lluvia de lágrimas, que derrama de emoción o dolor sobre los pies de Jesús; necesita tiempo para manifestar su amor. Sin una toalla a mano, decide secar los pies de Jesús con sus propios cabellos, gesto de inmodestia de su parte, ya que las mujeres casadas jamás, soltaban sus cabellos en público, no así las solteras (cfr. Mt.21,31-32); finalmente, besa los pies del Maestro, para luego ungirlos, con carísimo perfume de nardo. La mujer reconoce en Jesús, al hombre de Dios (cfr. Is.52,7), pero juzgada por los hombres sus actos resultaron indecorosos.

- “Al verlo el fariseo que le había invitado, se decía para sí: «Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, pues es una pecadora.» Jesús le respondió: «Simón, tengo algo que decirte.» Él dijo: «Di, maestro.» Un acreedor tenía dos deudores: uno debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían para pagarle, perdonó a los dos. ¿Quién de ellos le amará más?” (Lc.7, 39-43).

La invitación del fariseo habla de su buena voluntad, el respeto que siente por el Maestro de Nazaret, pero en su interior Simón, el fariseo, juzga a Jesús y a la mujer. La condición de la mujer, la conocían todos, al fariseo le preocupa que esa mujer, haya contaminado a Jesús, y toda su casa, por ello se siente incómodo (cfr. Eclo. 9,16). Sin embargo, Jesús ha aceptado el homenaje de la mujer con toda tranquilidad, al fariseo le cuesta comprender que al Hijo de la Sabiduría, trate de atraer a los pecadores a las fuentes de la salvación. Pero adivinando sus pensamientos, Él le propone la parábola de los dos deudores insolventes y perdonados. Jesús quiere que Simón vea con sus ojos misericordiosos,  a la mujer. En el fondo, el fariseo tiene su verdad hecha: conoce a Dios, y no necesita que nadie le enseñe nada nuevo, ni del reino de Dios, ni de la vida. Si bien, éste juzga la actitud de la mujer, Jesús lo interpreta, como un acto de amor que le profesa y de gratitud por haberla comprendido y perdonado. Lo mismo que los deudores de la parábola: amara más al Señor, a quien le perdonó la mayor de las deudas (vv. 41-43). Quiere que Simón mire al futuro, no al pasado: Dios está dispuesto a perdonar, ha perdonado, y quiere que el hombre le devuelva amor. Une el perdón de las deudas con el amor. De esta forma se ilumina la actitud del fariseo y la prostituta.

- “Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: ¿Ves a esta mujer?” (L.7, 43-44s).

Ahora se dirige a la mujer, de la que el fariseo tendrá que sacar una lección, no de Jesús. Todas las atenciones que Simón no realizó con Jesús, las hizo ella: lavarle los pies, besarle con afecto, ungirle con aceite, ella lo hizo con perfume carísimo de nardo, en fin, ella proveyó con creces, la falta de atención del fariseo. La respuesta final de Jesús a la mujer: “Tus pecados quedan perdonados” (v. 48). Insolventes son todos los hombres, por eso, Jesús ofrece la gracia del perdón, entre todos esos, están el fariseo y la prostituta. El primero, no se preocupa de aceptar ese perdón, porque cree estar en paz con Dios, no tiene deudas, por lo mismo, las palabras de Jesús sobre el perdón, no son para él; en el fondo, descubrimos que lo invitó por curiosidad, no ama a Jesús, porque no quiere ser perdonado. La mujer, en cambio, se siente pecadora, ante Dios y los hombres, se sabe insolvente, su deuda es impagable; se siente condenada. Pero delante de Jesús, luego de escucharle, se siente perdonada. Por eso está ahí para ofrecerle su agradecimiento y amor. El inmenso perdón que Dios le ha concedido, ha suscitado, a su vez,  un inmenso amor. Un amor que es respuesta a la iniciativa divina en Cristo Jesús. Encontramos aquí las tres fases del perdón: Dios lo concede, el hombre lo acoge, Jesús lo confirma. El amor, aparece como causa del perdón de los pecados, pero además como su efecto; los gestos de amor de la mujer, han merecido este perdón (vv.37-38.44-46). La reacción de los comensales: “Quién es este que hasta perdona los pecados” (v. 49). No entienden que Jesús se arrogue la capacidad de perdonar pecados en el presente, facultad exclusiva de Dios. Finalmente, Jesús despide a la mujer con estas palabras: “Tú fe te ha salvado, vete en paz” (v. 50). Era verdad que Jesús de Nazaret había perdonado los pecados de la mujer, poder que sólo posee Dios. En Él, obra Dios Padre, pero para reconocerlo como Hijo de Dios, hay que tener fe, precisamente lo que llevó a la mujer a postrarse a los pies de Jesús y sentirse acogida por su bondad y misericordia, con un perdón que le concede nueva vida. Posee la certeza que Dios está con ella, y por ello marcha en paz. La pregunta acerca de Jesús, exige a todas las generaciones de cristianos una respuesta. “¿Quién es este?” (v.49). 

b.- Momento de oración. Oramos en silencio un espacio prudente de tiempo, mientras preparamos el testimonio que el Espíritu Santo me puede inspirar. El silencio orante, también es un aporte al grupo. Testimonios personales de los miembros de la comunidad. Escuchamos en silencio contemplativo al hermano que da su testimonio.

c.- ¿Qué me dice? - ¿Qué le digo? - ¿A qué me comprometo?

- Jesús se presenta como amor que perdona, y la respuesta humana, a mayor perdón mayor amor.

- El fariseo nos representa en la medida que no nos abrimos a la novedad de Jesús y el reino cuando decimos saberlo todo de Dios.  Confundimos doctrina con experiencia, letra con Espíritu.

- La mujer nos representa cuando movidos por el amor procuramos el perdón, guiados por el Espíritu nos acercamos a Jesús para obtenerlo habiendo tomado antes partido por ÉL.

- Otros testimonios…

5.- Momento de oración y contemplación:

a.- Salmo 31,1-11: Perdona Señor, mi culpa y mi pecado.

- Dichoso el que está absuelto de su culpa,/ a quien le han sepultado su pecado;/ dichoso el hombre a quien el Señor/ no le apunta el delito.

- Había pecado, lo reconocí,/ no te encubrí mi delito;/ propuse: "confesaré al Señor mi culpa",/ y tú perdonaste mi culpa y mi pecado.

- Tú eres mi refugio: me libras del peligro,/ me rodeas de cantos de liberación.

- Alegraos, justos, y gozad con el Señor;/ aclamadlo, los de corazón sincero.

 b.- Relectura bíblica que hace S. Teresa de Jesús de este pasaje evangélico: Santa Teresa de Jesús, tiene un lema, y ese es, cantar las misericordias de Dios, para con ella: “¿En quién, Señor, pueden así resplandecer vuestras misericordias como en mí? Vágame ahora, Señor, vuestra misericordia” (V 4,4).

6.- Alabanza: Te alabamos Señor.

- Te alabamos Padre, por tu amor misericordioso manifestado en Cristo Jesús. Te alabamos Señor.

- Te alabamos Padre, desde todos los excluidos de la Iglesia y sociedad, desde ellos y con ellos te alabamos Señor.

- Te alabamos Padre, desde los enfermos del alma y del cuerpo, desde familias felices e hijos creciendo en sabiduría, te alabamos Señor.

- Te alabamos Padre con toda la Iglesia por acogernos y perdonarnos nuestros pecados, te alabamos Señor.

- Otras alabanzas…

7.- Preces: Te lo pedimos Señor.

- Otras preces…

8.- Padre Nuestro

9.- Abrazo de la paz

10.- Bendición final.