Lectio Divina Jueves de la Decima semana del Tiempo Ordinario - P.Julio Gonzales C. ocd

13.06.2013 09:02

a.- 2 Cor. 3, 15; 4, 1. 3-6: Donde está el Espíritu Santo hay libertad.

b.- Mt. 5, 20-26: Superar la justicia de fariseos y letrados.

Comienza Jesús a instruir a sus discípulos en forma muy concreta. Comienza el discurso llamado de las antítesis, es decir, “habéis oído que se dijo” y “yo os digo”, lo nos enseña ahora (cfr. Mt. 5, 21-43) Pide que hay que ir más allá de lo mandado, es decir, no quedarse en lo externo sino más allá, interiorizar la ley. De ahí que establezca que si la justicia, santidad de sus discípulos no es mayor que la de los fariseos y letrados, no entrarán en el Reino de los cielos. No matar, es un imperativo, pero Jesús enseña, que quien se deja llevar por la cólera, o llama a su hermano loco o inútil, es reo de responder en un tribunal. Se puede matar la honra, el nombre, a otro no con las armas sino con las actitudes del desprecio, del odio, o de renegar contra el hermano. Va más allá, insiste  en lo interior. Va a la raíz del acto de denigrar al otro. Para favorecer más esta actitud de interiorizar la ley de Dios establece otro criterio fundamental, como es, unir la vida moral al culto divino. El símil de la ofrenda explica esta realidad. No basta entonces para ser un buen discípulo de Cristo la rectitud moral, para eso no se necesita fe, sino que esa vida sea fruto de una íntima relación con Dios, que hace de las actitudes otras tantas virtudes que florecen del sano equilibrio entre principios morales y una dinámica de vida teologal. La justicia, es decir, la santidad del cristiano será auténtica si a la voluntad de querer hacer las cosas bien, se unen sólidos principios morales nutridos por la fe y el amor de Dios. En la convivencia diaria muchas veces ofendemos al prójimo de forma constante: cuando hablamos mal, calumniamos, hacemos daño al hermano también con nuestras omisiones, etc. Jesús pide respeto por la vida del prójimo en todas sus formas, para hacer del culto público y privado que rendimos a Dios, algo auténtico, hacer de la propia una verdadera religión, mejor dicho una ofrenda humilde y agradable en la presencia del Altísimo.

Teresa de Jesús,  comprende que a grandes gracias del Señor, mayor colaboración y responsabilidad del cristiano, desde una conciencia limpia y agradecida. “Y que no piense que, por tener una hermana cosas semejantes, es mejor que las otras; lleva el Señor a cada una como ve que es menester. Aparejo es para venir a ser muy sierva de Dios, si se ayuda; mas, a las veces, lleva Dios por este camino a las más flacas; y así no hay en esto por qué aprobar ni condenar, sino mirar a las virtudes, y a quien con más mortificación y humildad y limpieza de conciencia sirviere a nuestro Señor, que ésa será la más santa, aunque la certidumbre poco se puede saber acá hasta que el verdadero Juez dé a cada uno lo que merece. Allá nos espantaremos de ver cuán diferente es su juicio de lo que acá podemos entender. ¡Sea por siempre alabado, amén!” (6 M8,10).