Lectio Divina , Lunes 4ta Semana del Tiempo Ordinario , Fray Julio Gonzales C. OCD

04.02.2013 17:05

 

LUNES

Lecturas bíblicas

a.- Hb.11, 32-40: Dios tiene algo mejor preparado para vosotros.

b.- Mc. 5, 1-20: Espíritu inmundo, sal de este hombre.

 

Este evangelio nos presenta uno de los momentos más sublimes de la manifestación de la autoridad divina de Jesucristo y de su poder sobre el demonio. Se trata de una posesión diabólica, un hombre que ni las cadenas detienen, su morada las tumbas del cementerio, lugar de los espíritus inmundos, que da voces y espanta a las gentes. Una vez sano por el poder de Jesús, la gente lo ve totalmente cambiado: tranquilo, sentado, vestido y en su sano juicio, que los que lo contemplan, sienten temor del poder de Jesús (v. 15). El evangelista quiere presentar a Jesús victorioso sobre el poder del demonio: en tierra de paganos, como era Gerasa, criadores de cerdos, animal impuro para los judíos. Vencer el poder del demonio, en ese hombre, es signo salvador del poder que Jesús posee contra las fuerzas, que se oponen a la liberación del hombre. Es un claro anuncio del Reino, que con su acción comprende al hombre entero, cuerpo y espíritu, liberación integral que le devuelve la dignidad de ser humano. Esta acción de Jesús en tierra de paganos, anticipa la misión de la Iglesia en su tarea evangelizadora entre todas las naciones de la tierra. El temor que engendra en las personas, la obra de Jesús, curiosamente se convierte en rechazo a su persona al enterarse de la suerte de los cerdos, que terminaron ahogados en el mar. Le ruegan que se vaya de su pueblo (v.17);  sin embargo, el hombre, ahora sano, le pide seguirle  unirse a sus discípulos. No se lo permite, pero le manda volver a los suyos y contar lo que el Señor ha hecho con él, y cómo el Señor ha tenido compasión de él (v. 19). Vemos que la presencia del mal dentro y fuera de nosotros, es una realidad actual, tanto como ayer, tanto en la propia vida, en el ámbito eclesial y en la sociedad. Son muchos los ídolos o demonios que nos atacan y muchas veces nos vencen: el dinero, el poder, el egoísmo, la falta de amor al prójimo, la intolerancia etc. Jesús es más fuerte que todos esos demonios, que nuestros males, de ahí que debamos construir plataformas de liberación propia y ajena, rompiendo las cadenas que nos esclavizan a realidades que nos dañan, nos manchan, nos enflaquecen etc. El cristiano animado por el Espíritu Santo será capaz de denunciar la tiranía que ejercen estos ídolos o demonios como son el consumismo, la explotación de los pobres, los derechos humanos avasallados por regímenes totalitaristas, etc. La batalla de la Iglesia contra las fuerzas del infierno, continúa bajo la fuerza del Espíritu Santo, el trabajo pastoral y la oración incesante por todos los que trabajan por construir el Reino de Dios, entre los hombres como lo hizo Jesús de Nazaret.

Teresa de Jesús y todos los Santos han experimentado en forma particular, la bondad de Jesucristo que supera toda idea que podamos tener de ella por su originalidad y delicadeza. Él es el toque delicado del Padre para el alma. Teresa de Jesús lo expresa así: “Quienes de veras aman a Dios, todo lo bueno aman, todo lo bueno quieren, todo lo bueno favorecen, todo lo bueno loan, con los buenos se juntan siempre y los favorecen y defienden; no aman sino verdades y cosa que sea digna de amar. ¿Pensáis que es posible, quien muy de veras ama a Dios, amar vanidades? Ni puede, ni riquezas, ni cosas del mundo, de deleites, ni honras, ni tiene contiendas, ni envidias; todo porque no pretende otra cosa sino contentar al Amado. Andan muriendo porque los ame, y así ponen la vida en entender cómo le agradarán más. ¿Esconderse? ¡Oh, que el amor de Dios  si de veras es amor  es imposible! Si no, mirad un San Pablo, una Magdalena; en tres días el uno comenzó a entenderse que estaba enfermo de amor; éste fue San Pablo. La Magdalena desde el primer día, ¡y cuán bien entendido! Que esto tiene, que hay más o menos, y así se da a entender, como la fuerza que tiene el amor: si es poco, dase a entender poco, y si es mucho, mucho; mas poco o mucho, como haya amor de Dios, siempre se entiende. (CV 40,3).