Lectio Divina - Lunes de Septima Semana del Tiempo Ordinario
Lecturas bíblicas
a.- Eclo. 1, 1-10: Antes que todo fue creada la Sabiduría.
b.- Mc. 9, 14-29: Tengo fe, pero dudo, ayúdame.
La curación en este evangelio, es de un niño epiléptico endemoniado, que Marco describe con lujo de detalles, en un escenario de mucha gente que espera a Jesús, luego que baja del monte de la Transfiguración. Pide explicaciones, por la discusión que se ha desatado entre los apóstoles, antes que llegase ÉL. Los discípulos, no han podido sanarle, han sido superados por el mal. Hay un padre que sufre por su hijo enfermo, y ante el fracaso de los apóstoles en el intento de sanarlo, acude con humildad a Jesús diciendo: “Si algo puedes, ayúdanos, compadécete de nosotros.» Jesús le dijo: «¡Qué es eso de si puedes! ¡Todo es posible para quien cree!» (vv. 22-23). La débil súplica, la convierte Jesús, en fuerte esperanza, para quien cree, todo es posible, la fe hay que vivirla, como abandono en las manos del Padre, estar con ÉL, nos hace fuertes, para vencer al demonio. En el relato el evangelista, quiere manifestar el poder de Jesús sobre la enfermedad y el demonio, una muestra de la necesidad de oración y fe en Cristo Jesús, y anuncio velado de la propia resurrección. Levantarle, cogerle de la mano y ponerle en pie, acciones que realiza Jesús con el niño, vienen a designar la resurrección. El niño verdaderamente se siente resucitado a una vida nueva, gracias a la acción de Jesús y a la oración de intercesión de fe hecha por el padre. Falta de fe, es la causa del fracaso de los apóstoles a la hora de curar al enfermo, cosa que lamenta Jesús; en cambio, aprecia la actitud del padre que optó por creer en Jesús (v.19). “Cuando Jesús entró en casa, le preguntaban en privado sus discípulos: «¿Por qué nosotros no pudimos expulsarle?» Les dijo: «Esta clase con nada puede ser arrojada sino con la oración.» (vv. 28-29; cfr. Mt. 17, 19). En este relato se puede ver la necesidad que tenemos de la fe y de la oración, como diálogo con quien sabemos nos ama, como enseña Santa Teresa de Jesús (V 8, 5). Si oramos es porque tenemos fe, un ejercicio de creer en Dios, experiencia de amor gratuito, y no de interés. De ahí la importancia de orar con frecuencia, la oración que nos enseñó Jesús, el primer Adorador en espíritu y en verdad de su Padre y nuestro Padre. La oración cristiana no debe ser para pedir favores, sino para vivir la intimidad con Dios desde la condición de hijo que se relaciona con su Padre, al estilo de Jesús. Si hoy no se ora, es porque tampoco se cree en Dios lo suficiente, lo que provoca una crisis a nivel personal, eclesial y social, porque el cristiano no está respondiendo a lo que se espera de él. La oración puede despertar la fe y así la identidad cristiano de cada discípulo sea clara y nítida para el testimonio de vida en medio de una sociedad pagana como la nuestra. La súplica del padre del niño hay que convertirla en oración: Señor quiero creer, ayuda a mi poca fe hoy.
Santa Teresa de Jesús, al hablar de la cercanía de Jesús en la Eucaristía, al comentar las palabras “danos el pan de cada día” del Padre Nuestro, y ensea qué duda cabe que obrará milagros, si está dentro de nosotros. Somos más afortunados que aquellos que se conformaban con slo tocarle el manto. “Esto pasa ahora y es entera verdad, y no hay para qué irle a buscar en otra parte más lejos; sino que, pues sabemos que mientras no consume el calor natural los accidentes del pan que está con nosotros el buen Jesús, que nos lleguemos a El. Pues si cuando andaba en el mundo, de sólo tocar sus ropas sanaba los enfermos, ¿qué hay que dudar que hará milagros estando tan dentro de mí si tenemos fe y nos dará lo que le pidiéremos, pues está en nuestra casa? Y no suele Su Majestad pagar mal la posada si le hacen buen hospedaje” (Camino de Perfección 34,8).