Lectio Divina Lunes iv Semana de Cuaresma -P.Julio Gonzales C. ocd

11.03.2013 22:07

 

Lecturas bíblicas

a.- Is. 65, 17-21: Voy a crear un cielo nuevo y una tierra nuevos.

La lectura está tomada del tercer Isaías, o post-exílico, y nos habla de una nueva creación. Tema preferido de los profetas de la restauración de Israel y de la literatura apocalíptica. La acción de Yahvé, es vista por el profeta, como una verdadera transformación o metamorfosis: unos cielos nuevos y una tierra nueva, lo que hoy, se podría denominar, un nuevo orden de valores para contrarrestar los antivalores que vemos en nuestra sociedad. Recurso común en la visión profética, es unir el destino del hombre con la creación entera, usa ese lenguaje para hablar del destino de los salvados, que vuelven del exilio. Cuando se dé un perfecto equilibrio entre naturaleza y acción del hombre, desaparecerá el desorden reinante, el pecado y todas sus consecuencias. Será una creación nueva, que por cierto, muchos desean, pero no saben cómo canalizar, cuando se  inaugure el triunfo de Cristo, cuando todo le sea sometido, triunfo que comienza  en la Cruz. Las otras imágenes reflejan la vida nueva, anhelos de un pueblo que tiene que reiniciar una vida, donde poder gozar de los hogares,  que edifiquen y disfruten de las viñas, que ellos han de plantar. Es el lenguaje muy humano y real orientado a los tiempos mesiánicos; Dios nos habla en nuestras propias categorías mentales y de comprensión, como son las imágenes y con sabor poético. Puerta para que las palabras y mensajes, nos permitan entrar en la dicha que Dios tiene reservada a sus fieles que confían en ÉL. 

b.- Jn. 4,43-54: Curación de un hijo de un funcionario real.

Este evangelio sitúa a Jesús y su actividad en Galilea. Nos presenta un resumen de su actividad en Nazaret, su verdadera patria, donde declaró que ningún profeta tiene estima entre sus vecinos. Luego tenemos el milagro del hijo de un funcionario al que Jesús devuelve la salud. Este relato tiene muchas semejanzas con el del centurión de Cafarnaún (v.46; cfr. Mt. 8, 5-13; Lc. 7, 1-10). Un padre, funcionario real pide baje a su hogar a sanar a su hijo que está por morir. En la mentalidad judía, la enfermedad, era mensajera de la muerte, recuperar la salud, era una real redención del reino de la muerte. La súplica del funcionario, consiste en creer que Jesús posee un poder  dador de vida, como sólo Dios puede tener; sólo Dios, puede superar a la muerte. La respuesta de Jesús, que  ni no ven señales, no creen (v. 48), es un crítica al afán por estos signos, pero  puede  ser una puerta abierta a la fe. El padre lo invita a ir a su casa a sanar a su hijo, Jesús responde con solemnidad y sencillez: “Vete, tu hijo vive” (v. 50),  y los criados cuando va de camino le informan a su señor, que efectivamente el hijo vive. En la teología de Juan, Jesús, es por sobre todo, Vida para el hombre; ésta es la señal y el símbolo de toda esta narración. Jesús sana con su palabra, palabra de Dios, viva y vivificadora (v.53). Al hombre sólo le corresponde creer en la palabra de Jesús; la acoge, la obedece, y esa vida queda tocada por el don del Espíritu Santo. Este es un signo hecho por Jesús a distancia, ya que cuando van de camino, los criados confirman las palabras de Jesús llenas de poder: “Tu hijo vive” (v. 51). La confirmación cronológica es todo un acierto, la hora séptima, en que Jesús pronunció las palabras, es otro dato, que no deja duda alguna al respecto (v. 52). El padre quedó tan conmovido que da el paso luminoso hacia la fe, él y toda su familia creyó en Jesús (v. 53). Con este último dato nos enseña como estos signos, el segundo que realiza Jesús (v.54),  tenían ese carácter pedagógico de propagar la fe en el Enviado y Revelador de Dios Padre a su pueblo.

Cuando Santa Teresa de Jesús, habla de la oración de unión,  describe la actitud de quién descubre las grandezas que Dios tiene reservada para quienes se abandona con fe a la acción sanadora de la salvación que Jesús trae consigo al hombre. “¡Oh Jesús mío!, ¡qué es ver un alma que ha llegado aquí, caída en un pecado, cuando Vos por vuestra misericordia la tornáis a dar la mano y la levantáis! ¡Cómo conoce la multitud de vuestras grandezas y misericordias y su miseria! Aquí es el deshacerse de veras y conocer vuestras grandezas; aquí el no osar alzar los ojos; aquí es el levantarlos para conocer lo que os debe; aquí se hace devota de la Reina del cielo, para que os aplaque; aquí invoca a los Santos, que cayeron después de haberlos Vos llamado, para que la ayuden; aquí es el parecer que todo le viene ancho lo que le dais, porque ve no merece la tierra que pisa; el acudir a los Sacramentos; la fe viva que aquí le queda de ver la virtud que Dios en ello puso; el alabaros porque dejasteis tal medicina y ungüento para nuestras llagas, que no las sobresanan, sino que del todo las quitan. Espántase de esto. ¿Y quién, Señor de mi alma, no se ha de espantar de misericordia tan grande y merced tan crecida, a traición tan fea y abominable?; que no sé cómo no se me parte el corazón cuando esto escribo, porque soy ruin” (Vida 19,5).