Lectio Divina: Martes 4ta Semana del Tiempo Ordinario P. Julio Gonzales C. OCD

05.02.2013 09:25

 

MARTES

Lecturas bíblicas

a.- Hb.12, 1-4: Corramos la carrera que nos toca sin retirarnos.

b.- Mc. 5, 21-43: Contigo hablo, niña, levántate.

Este evangelio nos muestra el poder sanador de Jesucristo, resucita muertos, sana las enfermedades. Tenemos dos milagros, a dos mujeres, una joven, otra persona mayor, una sufría flujos de sangre y la joven es resucitada. La petición del padre, jefe de la sinagoga, Jairo, es que Jesús ponga  sus manos sobre su hija para que sane. Camino a la casa de la niña, se produce otro milagro, una mujer que tocó a Cristo Jesús, quedó sana de su hemorragia. Mientras tanto, la hija del jefe de la sinagoga, le avisan ha muerto y cuando Jesús ingresa a la casa, las lamentaciones de dolor fúnebre. Vemos cómo se pasa de la curación de una enfermedad a una resurrección, lo que hace de este momento de la actividad evangelizadora de Jesús, como dador de vida. Esta es la intención de Marco. La expresión de Jairo: “para que se salve y viva” (v. 24), busca la salud corporal y eterna. Encontramos que el dar vida Jesús, en germen, se encuentra la vida perdurable, vida eterna, si resucita a una muerta, no hace más que llevar al extremo esa primera donación de vida. Vemos como Marco está muy cerca de Juan, evangelista, cuando Jesús llama a la vida a un enfermo de muerte (cfr. Jn. 4, 46-54), a otro que lleva tiempo enfermo (cfr. Jn. 5,1-19), o a uno que yace en la tumba o sea ya muerto (cfr. Jn. 11). En la resurrección de esta niña, encontramos el don de vida perdurable. La mujer del flujo, es impura ella misma y todo lo que se ponga en contacto con ella según la ley de Moisés (cfr. Lv. 15, 22ss); no le preocupa el haber tocado a Jesús, algo prohibido, sino que la secreta fuerza que salió de Jesús y la sanó. Si bien se puede ver en la actitud de la mujer una fe mágica, Jesús la corrige en el momento: “Hija, tú fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad” (v. 34), con lo que confirma su curación. Su fe le ha proporcionado la salud, no cómo resultado de un acto mágico, sino por la confianza creyente en Dios, manifestación de la salvación para el hombre que la acepta. Las palabras de Jesús a Jairo cuando sabe de la muerte de su hija: “No temas, sólo ten fe” (v. 36); la fe no se rinde, ni siquiera ante el poder de la muerte. Selecciona tres testigos que después contemplarán su transfiguración, su agonía en Getsemaní, y del anuncio de la resurrección (cfr. Mc. 9,2; 14, 33; 9,9); el regreso a la vida  de la niña se contempla con una luz nueva. Los apóstoles, más tarde de este hecho, comprenderán que Jesús, luego de su misterio pascual, ha entrado en el mundo divino y celestial superando el poder de la muerte que el mismo ha experimentado en la Cruz. El sueño de la niña, no es una muerte aparente, sino que esta muerte es transitoria; a la luz de la fe, la muerte es un sueño, que con el poder de Dios puede despertar. La resurrección de la hija de Jairo, es signo, como la de Lázaro, más unido a Cristo, de que Jesús es la Resurrección y la vida (cfr. Jn. 11, 25). “Muchacha, a ti te digo, levántate” (v. 42), la palabra de Jesús es soberana, todos quedan admirados de aquello que contemplan. La orden de Jesús de que no se sepa o acontecido, parece, innecesaria, pero la intención de Marco,  es ocultar el  misterio de Jesús a los incrédulos hasta que llegue su hora: comprender el misterio del Hijo de Dios en su resurrección. Desde la resurrección personal de Jesús, se confirmará lo acontecido en este relato; les revela y confirma el poder de ÉL, que vence a la muerte. A todos nosotros también nos dice hoy: “No temas, sólo ten fe” (v. 36).

Teresa de Jesús, movida por la fe, como Jairo, para ir a Jesucristo y pedirle por su hija,  descubre en la oración un camino de verdades que transforman la vida del orante. “Tengo por muy cierto que el demonio no engañará, ni lo permitirá Dios, a alma que de ninguna cosa se fía de sí y está fortalecida en la fe, que entienda ella de sí que por un punto de ella morirá mil muertes. Y con este amor a la fe, que infunde luego Dios, que es una fe viva, fuerte, siempre procura ir conforme a lo que tiene la Iglesia, preguntando a unos y a otros, como quien tiene ya hecho asiento fuerte en estas verdades, que no la moverían cuantas revelaciones puedan imaginar, aunque viese abiertos los cielos, un punto de lo que tiene la Iglesia.” (V 25,12)