Lectio Divina Martes de la Decima Semana del Tiempo Ordinario- P.Julio Gonzales C. ocd
Lecturas bíblicas:
a.- 2Cor. 1,18-22: Jesucristo es el sí de Dios para los hombres.
b.- Mt. 5,13-16: Vosotros sois la sal y luz del mundo.
Una vez que Jesús revela la nueva identidad de los discípulos, las Bienaventuranzas, con lo que quedan vinculados a ÉL, como el primer Bienaventurado, centra su atención en la misión de sus discípulos. Sabiendo lo que son, ahora toca operar de acuerdo a esa nueva identidad. Los discípulos, han de ser Sal de la tierra y Luz del mundo, es decir, testigos de Cristo de cara a la sociedad, aun en medio de la persecución. Esta misión tiene como objetivo, la predicación y la gloria de Dios (cfr. Mt. 5,16; 6,1-4.5-6.16-18). Ser “Sal de la tierra” (v.13), se entiende que la comunidad cristiana tiene la capacidad de conservar y purificar, incluso para sirven para sazonar y preservar al mundo de la corrupción, es decir, de las consecuencias del mal. La llegada del Reino de Dios, presenta la oportunidad propicia, para ejercer esta capacidad frente a los embates que padece, la persecución a causa del Mesías, de la fe en el futuro. Ser “Luz del mundo” (v.14), se entiende desde los símiles que pone Jesús: no se oculta una ciudad en lo alto de un monte, ni se enciende una lámpara para ponerla debajo de un mueble, sino para que alumbre a los de casa. Las dos imágenes apuntan a la misión, aún en medio de la persecución, se ha de ser Sal y Luz del mundo, porque de lo contrario, se cae en el absurdo de perder el sabor u ocultar la Luz que se posee. Ahora bien, darle sentido a la vida hoy, no es fácil, aunque se tengan valores, proyectos, motivos puramente humanos, si se quiere, el hombre se inclina más al tener cosas: títulos profesionales, dinero a como dé lugar, etc., que al ser persona. En cambio, el que tiene valores humanos y cristianos, sabe dónde está el camino y la puerta por donde dirigir sus pasos. Ser Sal y Luz, es darle sentido a la propia existencia desde Dios y su proyecto salvador, ser dueños de la propia vida, y no dejarse manipular por quienes tienen intereses creados de convertir a las personas, solo en consumistas en la sociedad, no interesados en lo que piensan y sienten. Quien tiene Sal y Luz en la vida hace preguntas, posee un alto grado de autocrítica y cuestiona todo desde la fe, quedándose con lo mejor. Sabe dar una respuesta a situaciones concretas de su existencia, buscando sentido, el horizonte, la respuesta, y eso con la luz de la fe. ¿A qué sabe nuestra vida? ¿Posee fe? ¿Somos desabridos, porque sin criterios propios, la vida no tiene ningún sabor? ¿Estamos siempre derrotados? Ser Sal del mundo, significa saborear la vida, tomarle el pulso, poner la mano al volante y dirigirla. Ponerle sabor, va a tener su alto precio, porque significa que ha buscado y encontrado lo que quería: ser un buen padre, esposo y profesional; un buen deportista, un buen religioso, un buen cristiano en la comunidad parroquial o movimiento eclesial, sellado todo por el servicio al prójimo. Es a los cristianos, a quienes se les pide que su vida tenga sabor y Luz, para ellos y los demás. Creer, tener fe en Dios, orar, es comenzar ya a poner sentido trascendente a la propia existencia, luz que viene de la fe, amor que da sentido a cuanto se hace diariamente, en esta vida de cara a luz, que nos viene de Jesucristo resucitado. Un testigo de su misterio pascual, debe ser luz y sal, que mejora el sentido de la vida de cada día.
Teresa de Jesús, cuando habla de los que comienzan el camino de la oración, ve la necesidad de la fe para asumir el compromiso de seguir adelante. “Este tener verdadera luz para guardar la ley de Dios con perfección es todo nuestro bien; sobre ésta asienta bien la oración; sin este cimiento fuerte, todo el edificio va falso.” (CV 5,4).