Lectio Divina - Martes III Semana de Cuaresma - P. Julio Gonzales C. ocd

05.03.2013 08:28

 

Lecturas bíblicas

a.- Dan. 3, 25. 26. 34-43: El sacrificio agradable a Dios.

La primera lectura, nos presenta la oración de Azarías. El sacrifico agradable a Dios es un corazón humilde y contrito, es lo que ora y canta Azarías en el horno, al que había sido arrojado por Nabucodonosor. La oración narra la triste situación de un país sin guías y en completa ruina. Se acentúa el sacrificio espiritual de expiación, que compromete más al hombre, que los ritos religiosos. “Señor, que somos más pequeños que todas las naciones, que hoy estamos humillados en toda la tierra, por causa de nuestros pecados; ya no hay, en esta hora, príncipe, profeta ni caudillo,  holocausto, sacrificio, oblación ni incienso ni lugar donde ofrecerte las primicias,  y hallar gracia a tus ojos.  Mas con alma contrita y espíritu humillado te seamos aceptos,  como con holocaustos de carneros y toros, y con millares de corderos pingües; tal sea hoy nuestro sacrificio ante ti, y te agrade que plenamente te sigamos, porque no hay confusión para los que en ti confían.” (vv. 37-40). La auto - oblación del siervo paciente de Isaías, se realizará plenamente en Cristo Jesús, de ahí que todo cristiano, debe comprender su vida como una oblación, un sacrificio espiritual, a Dios, unido a la Víctima por excelencia Jesucristo el Señor en la liturgia cotidiana de la existencia diaria.

b.- Mt. 18, 21-35: Parábola del deudor despiadado.

Este evangelio tiene dos momentos: la pregunta de Pedro acerca del perdón (vv.21-22) y la parábola del siervo sin entrañas (vv.23-34). Pedro pregunta por un delito contra el hermano, una falta contra el mandamiento del amor. La medida del perdón, es lo que está detrás de la pregunta. ¿Se puede perdonar sin compensación alguna o hay una norma que mida la obligación de reconciliarse? La mención del número siete, habla de perfección, de totalidad. Esto significa que estoy dispuesto a perdonar más allá de la única vez que obliga el amor. Aunque se repita la falta, debe estar dispuesto a perdonar. La respuesta de Jesús, es admirable, Pedro debe perdonar hasta setenta veces siete (v. 22), es decir, en forma ilimitada, por lo tanto, se considera que no hay medida. Aunque el hermano no mejore, el otro, no debe  dejar de ejercitarse en amar, en perdonar. El ofendido en relación al ofensor, está en situación como la del deudor respecto al acreedor. Lamec, hijo de Caín  había proclamado, que si su padre iba a ser vengado siete veces, él lo sería setenta veces siete (cfr. Gn. 4, 23ss). Dios se había reservado la venganza de Caín, pero Lamec la reclama para sí mismo. Un pecado,puede originar otros mil más, Jesús prohíbe la venganza con el ilimitado deber de la reconciliación. El poder del mal, se contrapone con el poder del bien, del amor libremente dispensado (cfr. Rom. 12, 21). La parábola quiere dejar en claro, el modo de proceder de Dios: Sólo ÉL, puede pagar una deuda tan grande, y pronunciar una sentencia tan terrible. Se nos advierte sobre la dureza de corazón, que pone en peligro la eterna salvación, si no media el perdón entre hermanos. Lo mismo que el rey, actuará Dios Padre, sino se perdona de corazón a su hermano (v. 35). Dios es el que perdona, la enorme deuda, por la súplica hecha en la oración. Su clemencia no conoce medida, su perdón sobrepasa todo límite humano, lo mismo sucede, con su omnipotencia que se muestra en su misericordia. Ahora bien, cada uno de nosotros, sabe que si quiere alcanzar la vida eterna, también debe perdonar a su prójimo. Cada pecado es una deuda que tenemos ante Dios y con el prójimo; la ofensa al prójimo, acumula ira, nos vamos asemejando al mal siervo. Si Dios le condona su deuda, el siervo vivirá de la misericordia y bondad de su Señor. Sólo así se entiende la exigencia para con el prójimo, la misericordia recibida, no se debe guardar en el corazón. La medida que Dios usa es la misma que la debemos usar nosotros; de ahí la obligación de reconciliarnos con el hermano. Sólo así alcanzaremos la salvación, al rendir cuentas en el día del Juicio final. Como todos vivimos de esa misericordia, es nuestro deber regalárnosla unos a otros. Debemos imitar el proceder de Dios para con el hombre.

Santa Teresa de Jesús, hizo de la misericordia su canto de alabanza a la Omnipotencia divina: “Puede ser que al principio, cuando el Señor hace estas mercedes, no luego el alma quede con esta fortaleza; mas digo que si las continúa a hacer, que en breve tiempo se hace con fortaleza, y ya que no la tenga en otras virtudes, en esto de perdonar, sí. No puedo yo creer que alma que tan junto llega de la misma misericordia adonde conoce la que es y lo mucho que le ha perdonado Dios, deje de perdonar luego con toda facilidad y queda allanada en quedar muy bien con quien la injurió; porque tiene presente el regalo y merced que le ha hecho, adonde vio señales de grande amor, y alégrase se le ofrezca en qué le mostrar alguno.” (CV 36, 12).