Lectio Divina - Martes Septima Semana del Tiempo Ordinario - P. Julio Gonzales C. ocd

21.05.2013 08:38

 

 a.-Eclo. 2,1-13: Prepárate para las pruebas.

 b.- Mc. 9, 30-37: Quien quiera ser primero, sea el último de todos.   

En este evangelio, encontramos un segundo anuncio de la Pasión. El camino a  Jerusalén,  es una toma de conciencia por parte de Jesús, de ser el Mesías  esperado,  y el contrapunto lo dan los apóstoles con su irresponsabilidad,  al discutir  quién era el mayor entre ellos. Mientras les habla de la mejor actitud frente a la pasión, su doctrina, parece no ser escuchada. Si bien, no comprendían bien todo  ese anuncio, temían preguntarle, sobre el tema de su muerte (v. 32). Dos discursos  distintos, porque mientras Jesús habla de la pasión, muerte y resurrección, su  entrega, dar vida por amor, los apóstoles están preocupados quién era el mayor  en el futuro movimiento. Jesús va formando a sus discípulos, pero debe combatir su  ambición, normal en ese ambiente de nacionalismo judío frente al poder romano. Recordemos, que ellos  esperaban efectivamente,  un Mesías triunfador. El evangelista,  presenta a los  apóstoles muy humanos, aunque Dios está en medio de ellos. Pero la intención, es  presentar más tarde, su completa conversión al evangelio de su Maestro. Quiere  enseñarles que lean esos acontecimientos como misterio pascual. Cada vez, que les  anuncia el misterio pascual, los discípulos están pensando en sus propios intereses,  no se atreven a preguntar, ni ahondar en el sentido misterioso de sus palabras.  Mientras El anuncia que entregará su vida en manos de los hombres, los discípulos,  piensan en el poder, el contraste es evidente, pero con paciencia divina, les sigue  educando en la dinámica pascual, de servicio humilde y desinteresado, quien desee  ser el primero deberá ser servidor de todos (v. 35). A la ambición política, Cristo   contrapone el servicio a los hermanos en la comunidad, en su círculo más cercano. ¿Quién manda aquí? es pregunta habitual en muchos ambientes sociales. Jesús es muy claro: en su  comunidad el que quiera ser el primero en el grupo de los creyentes, debe hacerse  el último, y el servir a todos. Quien asume este compromiso, debe trabajar la  abnegación, renunciar a los propios intereses, y con una gran dosis de madurez de vida  espiritual. Jesucristo, si exigió algo a los suyos, primero lo realizó en su vida, para  darnos ejemplo y enseñar con el propio testimonio. Siendo el Hijo de Dios, entiende  y enseña su autoridad como humilde servicio a sus hermanos, ya sean los propios  apóstoles o la gente que le escucha. Las palabras Jesús las acompaña, como los  antiguos profetas, con un gesto, y coloca a un niño en  medio de ellos, para  señalarles que hay que aprender a  acogerle a ÉL, como a eso pequeño (cfr. Jn.13, 12-15). Se identifica  con el niño, da valor a una realidad que no contaba en aquella sociedad, con los  humildes, para prepararse a subir a Jerusalén a vivir el sacrificio: su pascua será en  Jerusalén, es su pascua y nuestra pascua. En la comunidad eclesial, el servicio  comienza por los Pastores, que sirven a sus fieles con la predicación, los  Sacramentos y la caridad con los más pobres. Los fieles sirven a su comunidad  eclesial, en la diversidad de ministerios reconocidos por la Iglesia, desde la  catequesis en todas sus manifestaciones, servicios litúrgicos, las muchas  pastorales, etc., en definitiva se trata, que la Iglesia debe presentarse como  servidora de la sociedad. Gracias a Dios, la misma sociedad reconoce el servicio de  la Iglesia con los más humildes, no sólo en tierra de misión, sino las nuevas  pastorales con las nuevas necesidades: jóvenes drogadictos, extranjeros sin  papeles, madres adolescentes, etc. La opción por Cristo, es opción por el servicio a  todos desde la fe, la esperanza y la caridad que arde en lo interior.       

Teresa de Jesús, en el  Castillo Interior o Moradas, deja bien en claro lo que es ser  perfectos cristianos: “¿Qué pensáis, hijas, que es su voluntad? Que seamos del  todo perfectas, que para ser unos con él y con el Padre, como Su Majestad le pidió  (Jn. 17,22), mirad ¡qué nos falta para llegar a esto! Yo os digo que lo estoy  escribiendo con harta pena de verme tan lejos, y todo por mi culpa; que no ha  menester el Señor hacernos grandes regalos para esto, basta que nos ha dado en  darnos a su Hijo que nos enseñase el camino. .. La más cierta señal que, a mi  parecer, hay de si guardamos estas dos cosas, es guardando bien la del amor del  prójimo; porque si amamos a Dios no se puede saber, aunque hay indicios grandes  para entender que le amamos; mas el amor del prójimo, sí. Y estad ciertas que  mientras más en éste os viereis aprovechadas, más lo estáis en el amor de Dios;  porque es tan grande el que Su Majestad nos tiene que, en pago del que tenemos  al prójimo, hará que crezca el que tenemos a Su Majestad por mil maneras; en esto  yo no puedo dudar.” (5 Moradas 3,7-9).