Lectio Divina Miercoles de Ceniza - P. Julio Gonzales C. ocd

13.02.2013 13:36

 

Comienza el tiempo de Cuaresma. Tiempo fuerte de reflexión sobre la propia condición humana y nuestra respuesta de conversión a la fe cristiana que profesamos. Es el tiempo de preparación a la Pascua del Señor Jesús, lo que significa, revivir en la propia vida su misterio de muerte y Resurrección,  este tiempo privilegiado, es una nueva oportunidad para una mayor configuración con Cristo Jesús (cfr. Rm 8, 29). La configuración con su Pasión, es para gozar de su gloriosa Resurrección, de ahí la importancia de hacer penitencia en el sentido, de morir al pecado, asumiendo los criterios de Cristo Jesús, hacer su voluntad por sobre la nuestra, siempre inclinada al egoísmo. Debemos esforzarnos, con la gracia y el amor de Dios, por mejorar un aspecto de nuestra vida ordinaria: ser más pacientes, más generosos, aprender escuchar, más tiempo de oración, más tiempo con la familia, y menos trabajólico, quizás, más amor a la esposa y los hijos, etc. Se trata de trabajar ese aspecto que queremos mejorar de nuestra vida, cosa que el día de Pascua, podamos resucitar con Cristo a una nueva vida. Ha vencido su amor de resucitado por sobre nuestro egoísmo.El tema de la liturgia de la palabra, es la rectitud de intención a la hora de trabajar nuestra conversión, nuestra salvación.

 

a.- Jl. 2,12-18: Convertíos al Señor, Dios vuestro.

 

El profeta Joel, al comienzo de la Cuaresma, nos invita a la penitencia y a la conversión, pero ¿quién estará limpio el día de la ira del Señor? La penitencia verdadera es la que convierte el corazón por medio del ayuno, el llanto y el luto. Lo que hay que rasgar es el corazón y luego las vestiduras (v.13). La conversión es un volver a Dios, ya que el pecado nos aleja de Yahvé, pero además nos dice de “todo corazón”, es decir, que el regreso no sea algo esporádico, ocasional, ficticio o interesado. Una conversión de todo corazón, es un llamado sincero, firme, con  propósito  de enmendar el propio rumbo hacia Dios. ¿Cuáles son los motivos que Joel ofrece para comenzar este camino de conversión? De parte de Dios no dice: “Desgarrad vuestro corazón y no vuestros vestidos,  volved a Yahveh vuestro Dios,  porque él es clemente y compasivo, tardo a la cólera, rico en amor, y se ablanda ante la desgracia. ¡Quién sabe si volverá y se ablandará, y dejará tras sí una bendición, oblación y libación  a Yahvé vuestro Dios!” (vv. 13-14). He ahí el fundamento de su oración y esperanza, y también el  nuestro, lo que viene a significar, que no todo está definitivamente perdido, si el hombre no se resiste, sino que de verdad convierte su corazón a Yahvé (cfr. Mt. 7, 7). De parte del hombre, el temor a que una vez que pase la plaga de langosta, si llega, se pueda volver a tener algo de agricultura para restablecer el culto y la ofrenda, se espera la bendición (v.14). La invitación que hace al pueblo a la penitencia el profeta, es para pedir el perdón divino, pero lo que le interesa de verdad destacar no es el castigo sobre el pueblo pecador, sino el honor de Yahvé, delante de los otros pueblos. Verán que su Dios, no pudo salvarlos hasta preguntarse: “¿Dónde está su Dios?” (v. 17). La respuesta de Yahvé, ante la conversión y penitencia de su pueblo fue: “Y Yahvé se llenó de celo por su tierra, y tuvo piedad de su pueblo. Respondió Yahvé y dijo a su pueblo: “He aquí que yo os envío grano, mosto y aceite virgen: os hartaréis de ello, y no os entregaré más al oprobio de las naciones.” (vv. 18-19). Todos participaron de este movimiento de regreso al Señor: ancianos y niños, sacerdotes y casados, porque todo comprometidos con Yahvé y su Alianza.

b.- 2 Cor. 5, 20-6,2: Ahora es tiempo de gracia y salvación.

La reconciliación que pide Pablo a los cristianos venidos del paganismo, es  reconocer el mal cometido en otro tiempo, causa de la separación con Dios, pero esto implica, la creación de una realidad nueva, a la que los hombres pueden dirigir sus pasos, más allá de su pecado: Dios ha intervenido, ha creado algo nuevo: la reconciliación en Cristo. La Cruz del Calvario, señala la sentencia que el tiempo pasado terminó, e inaugura algo totalmente nuevo. El que es de Cristo o vive en Él, es criatura nueva. Pablo, es embajador de esa novedad del perdón de Dios: “Somos, pues, embajadores de Cristo, como si Dios exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os suplicamos: ¡reconciliaos con Dios! A quien no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en él.” (vv. 20 - 21). Jesucristo, siendo el Cordero inocente que quita el pecado del mundo, dio su vida por cada uno de nosotros cómo no vamos a dar la nuestra por ÉL. La gracia que nos concede, es decir, su amistad, no la podemos despreciar o dejar caer, como algo sin importancia, porque el tiempo se acaba. Hoy es día de salvación, mañana no sabemos. Su gracia nos hace puros y limpios a sus ojos, porque somos bañados de la luz de su Resurrección.

 

c.- Mt. 6,1-6; 16-18: Limosna, oración y ayuno.

Mateo, nos presenta todo un programa de vida evangélica, para comenzar la Cuaresma; toda una hoja de ruta para seguir a Jesús. Sus discípulos deberán cumplir la Ley de Moisés con mayor perfección que los propios fariseos y escribas (cfr. Mt. 5, 20). Ahora hay que aplicar este principio en aquellas prácticas religiosas que los judíos observaban, como parte esencial de la religión: la limosna, la oración y el ayuno. La crítica de Jesús se dirige a la forma en que se practicaban, no a estas prácticas en sí mismas, porque ellas poseían un fin noble, y que hay que vivirlas, desde lo interior del hombre creyente y piadoso. Quienes las observaban para ser alabados por los hombres, ya tienen su paga o retribución; quien hace uso de la rectitud de intención, y lo hace por ser expresión de la voluntad de Dios, de recibirá de su parte la retribución prometida. Las limosnas muchas veces eran anunciadas, sobre todo, cuando eran generosas; Jesús manda que se hagan, pero en secreto, y sin vanagloriarse de ello. La oración, hecha en el templo o en la sinagoga,se hacían con mucho fervor, incluso en las calles, pero esto se prestaba a la ostentación; Jesús manda que se haga en secreto, en la propia habitación, cuando es personal, hablar con  un lenguaje sencillo al Padre. No se puede concluir que Jesús critique el culto público, como buen judío, también asistía al templo. El ayuno, era una manifestación externa de la propia conversión interior. Isaías había enseñado acerca del verdadero ayuno (cfr. Is. 58, 5-10) fuente de vida nueva, para el que lo observa, pensando en su prójimo; lo mismo para Jesús es fuente de alegría y libertad, porque se libera de su egoísmo y maldad, para dejar espacio a la voluntad de Dios; debe practicarse en secreto, porque es trato personal con el Padre. De su mano y bondad recibirá a su tiempo, el premio de haber trabajado su conversión de cara a ÉL.

Nuestra Santa Madre Teresa, cuando andaba su vida espiritual por el suelo, siendo joven monja de clausura, había dejado la oración, y estaba dividida entre Dios y el mundo exterior, descubre en la Pasión la fuente de su verdadera conversión al Señor Jesús. “Pues ya andaba mi alma cansada y aunque quería  no la dejaban descansar las ruines costumbres que tenía. Acaecióme que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allí a guardar, que se había buscado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrojéme cabe El con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle.” (Vida 9,1).