Lectio Divina Sabado Sexta Semana de Pascua - P.Julio Gonzales C ocd

11.05.2013 12:20

 

Lecturas

a.- Hch. 18, 23-28: Apolo, un cristiano a medias.

Es Apolo el protagonista de esta lectura bíblica, hombre elocuente en palabras que conocía sólo el bautismo de Juan, por lo mismo, sabía poco del Evangelio. Era un cristiano, poco instruido en la doctrina. Entra en Éfeso y se pone en contacto con la comunidad, donde tiene gran éxito en su predicación. Es posible pensar que fuera instruido en la escuela de Alejandría, donde los maestros judíos habían hecho un gran esfuerzo por interpretar el AT., con el lenguaje de la filosofía griega. ¿Era ese el origen de su sabiduría? Es probable, ya que un grupo de la comunidad de Corinto, se gloriaba de tener por maestro a un tal Apolo (cfr. 1Cor. 1, 17; 2,1). Este Apolo llegó antes que Pablo a Éfeso, misionero libre, no ligado a ninguna comunidad. Su predicación privilegiaba la interpretación alegórica-espiritual de la Escritura, cuyo sentido descubrimos en el misterio de Cristo Jesús. Al entrar en contacto con Aquila y Priscila, completa su formación cristiana, deja su interpretación, para asumir la visión de  Pablo. Luego de esto, Apolo pasa a Corinto, con carta de recomendación de los hermanos para ser bien recibidos por los de Corinto, lo que habla de la buena comunicación que existía entre las comunidades. Muy buena, fue su ayuda para esta comunidad, pues desde la Escritura, les ayudaba a penetrar en el misterio de Cristo. Mucho debía saber Apolo, para diferenciar entre las pretensiones judías, y las afirmaciones que hacían los cristianos, desde la Sagrada Escritura. Todo su saber, lo puso al servicio del Evangelio, lo que nos enseña, que un buen grupo de personas, fueron bien instruidas en la fe, contando con su aporte filosófico, lo que los convertía en un grupo culturalmente superior al resto de la comunidad eclesial. Vemos así como Dios se valió de Apolo para ponerlo al servicio de Jesús de Nazaret y demostrar que era el Mesías, enviado por el Padre.

b.- Jn. 16, 23-28: Pedid en mi nombre. El Padre os quiere porque me queréis a mí.

El evangelio nos presenta el acceso cada vez mayor que Jesús, hace a su Persona y a su misterio de salvación. Es a la luz de la Resurrección y de Pentecostés, que se vive esta comunión de la que Jesús, nos hace partícipes y nos guía hacia la verdad completa (cfr. Jn. 16, 12-15). Jesús, les garantiza a los discípulos, que su oración será escuchada; esto es, una novedad, puesto que los judíos pensaban que esa proximidad con el misterio divino, era cosa del futuro, en cambio, Jesús lo hace algo presente. Juan, prácticamente en toda su obra, hace que aquello que se esperaba para el futuro, por el camino de la  fe en Jesús, pueda ser un bien presente. Lo mismo que aquello de “dentro de un poco me veréis…” es causa de tristeza y de alegría, porque sin su partida no puede darnos lo más íntimo de sí: el Espíritu Santo. Por una parte, quedan abandonados los discípulos sin Jesús, pero es causa de alegría por su regreso, nuevo modo de presencia, por medio de su Espíritu. Desde ahora, la comunión con Dios es una realidad, tanto que el creyente tiene la certeza de ser escuchado, no sólo porque lo ha dicho Jesús, sino porque el Padre nos ama, porque haberlo amado a ÉL. Todos los protagonistas de esta historia de salvación: el Padre omnipotente el Hijo Salvador, el Espíritu Santificador, la Iglesia, y cada creyente forman una comunión de amor (cfr. Jn. 15,13). Jesús si bien bajó del cielo, nunca dejó de estar con el Padre; tampoco ha abandonado a los suyos, está presente, solo que de un  modo diferente en su Espíritu, que anima y sopla fuerte en la comunidad eclesial en oración perenne.

Santa Teresa de Jesús,  supo lo que significa decir hágase tu voluntad, en su vida. Qué importante que Jesús medie entre el Padre y nosotros cuando pedimos una gracia. “Cuando yo pienso esto, gusto de las personas que no osan pedir trabajos al Señor, que piensan está en esto el dárselos luego. No hablo en los que lo dejan por humildad, pareciéndoles no serán para sufrirlos; aunque tengo para mí que quien les da amor para pedir este medio tan áspero para mostrarle, le dará para sufrirlos. Querría preguntar a los que por temor no los piden de que luego se los han de dar, lo que dicen cuando suplican al Señor cumpla su voluntad en ellos, o es que lo dicen por decir lo que todos, mas no para hacerlo. Esto, hermanas, no sería bien. Mirad que parece aquí el buen Jesús nuestro embajador y que ha querido intervenir entre nosotros y su Padre, y no a poca costa suya; y no sería razón que lo que ofrece por nosotros dejásemos de hacerlo verdad, o no lo digamos.” (CV 32,3).