Lectio Divina Sexta Semana de Pascua -P.Julio Gonzales C. ocd

05.05.2013 22:45

 

 

                            SEXTO DOMINGO DE PASCUA

                                               (Ciclo C)

 

Lecturas bíblicas

a.- Hch. 15, 1-2. 22-29. Hemos  decidido, el Espíritu Santo y nosotros.

b.- Ap. 21, 10-14. 22-23: Me enseñó la ciudad santa, que bajaba del cielo

c.- Jn. 14, 23-29: El Espíritu Santo os irá recordando todo lo que os he dicho.

 

ESQUEMA

1.- Invocación al Espíritu Santo: Ven Espíritu Santo…

2.- Acto Penitencial: Perdón Señor…

3.- Oración: Concédenos, Dios todopoderoso, continuar celebrando con fervor estos días de alegría en honor de Cristo resucitado;  y que los  misterios que estamos recordando transformen nuestra vida y se manifiesten en nuestras obras. Por nuestro Señor Jesucristo...

4.- Lectio

a.- ¿Qué dice la lectura?

- “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él”   (Jn. 14, 23ss).

El tema de mantenerse en el amor a Jesús y cumplir su palabra viene del v. 15; la pregunta de Judas que pide le explique, por qué no habrá una revelación para el mundo (v.22), hace que se retome el tema de cumplir su palabra si de veras le amamos a ÉL (vv. 23-24).  Desde el comienzo de su evangelio, Juan deja en claro, que la autorrevelación de Jesús a los discípulos, la visión de la gloria de Dios (cfr. Jn.1,14;2,11; 11,4-.40), está abierta a todos aquellos que se asoman a su palabra (cfr. Jn.1,9-13.19-51; 2,1-4,54). La necesidad de la fe es fundamental en este discurso de despedida, pero también e hecho de amar a Jesús (cfr. Jn.14,1.11-12; 14,15.21.23-24). El Jesús que se va, se manifestará a los discípulos que crean en sus palabras y le amen. Dicha revelación es imposible para un mundo que se opone a creer y a amar.  En este v.23 se da prioridad al hecho de amar a Jesús; quien lo ame, guardará su palabra. Esta seguridad nace de la convicción que el discípulo vive en el tiempo con la garantía que le dan las palabras de Jesús, en las que afirma que el Padre amará a los discípulos amen y crean. Pero Jesús promete mucho más: vendremos a él y haremos morada en él (v.23). ¿Cuándo sucederá esto? El Padre y el Hijo establecerán una morada permanente en los que cumplan la palabra de Jesús de Nazaret y lo amen (cfr. Jn.14,18-21).  En su discurso se habla de un tiempo intermedio entre su eminente partida y su regreso al final de los tiempos, tiempo del Espíritu Santo, tiempo que será llenado por la presencia del Paráclito y del Señor exaltado a la derecha del Padre, presencia vivificante en medio de una comunidad que le rinde culto (Jn.14,16-17.17-21). Es el amor del Padre que asegura la presencia del Padre y del Hijo, ausente durante este tiempo intermedio, pero la presencia de la morada, la imagen, prometen una presencia definitiva y permanente del Padre y del Hijo en la vida del cristiano. Ellos establecerán su morada en aquel que ama a Jesús y se mantiene en su palabra (v.23). El evangelista nos propone un criterio para saber si amamos a Jesús,  saber, cuánto cumplimos sus mandamientos, o mejor dicho, su único mandamiento: amor a Dios y al prójimo. Pero no se limita a sólo este mandamiento, sino a toda la revelación que nos ha comunicado, es decir, permanecer en su palabra, condición indispensable para recibir al Paráclito. El Jesús que se marcha no deja huérfanos a sus discípulos, los que creen y aman experimentan su presencia en la ausencia, y pueden esperar todavía más, una llegada final en que Jesús y el Padre celebrarán la unión definitiva con los creyentes.  Sin embargo, estas promesas tienen un aspecto negativo para aquel que rechace esta revelación, ya que rechaza no sólo al Enviado, sino al Padre, porque estas palabras son suyas. Este rechazo acontece en el presente y se prolonga a la comunidad llena del Espíritu Santo, si bien Jesús se marcha, la revelación prosigue,  en y mediante la comunidad de los discípulos que poseen el Espíritu y está animada por la presencia ausente de Jesús.

- “Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Jn.14,26ss).

La presencia del Espíritu Santo, Espíritu de la Verdad, permanecerá en los creyentes, en la medida que guarden los mandamientos de Jesús; aunque él se marche nos los dejará huérfanos. La misión del Espíritu, consistirá en hacerles saber que el Padre y el Hijo, vive en ellos, por el conocimiento y el amor (v. 23). Guardar su palabra, es fundamental para vivir esa experiencia de la inhabitación trinitaria pos-pascual en el alma del creyente. Jesús evoca la presencia de Yahvé, en medio de su pueblo (cfr. Ex. 25,8; 29, 45; Lv. 26, 11), experiencia propia de los tiempos mesiánicos, anunciada por los profetas (cfr. Ez. 37, 26; Za. 2, 14; Ap. 21, 3-22). Se trata de dejar trasvasar su personalidad, habitar en el creyente, hacer morada en nosotros, es lo que quiere el Padre y el Hijo. También podemos afirmar que somos templos del Espíritu Santo. Como Cristo Jesús, es tienda del encuentro del hombre con Dios (Jn.1,14); ahora el cristiano puede vivir esta experiencia. Lo que interesa a Juan, es hacernos comprender, que sin Jesús, no podemos vivir: su muerte ahora no la comprenden, pero insiste en que será procurarles una mayor presencia no sólo suya, sino también la del Padre. Juan se mueve en este sentido, en un doble plano, un antes de la muerte y resurrección de Cristo y la era del Espíritu Santo. Enseña a leer la experiencia de la muerte de Cristo, desde la luz pos-pascual y desde esa realidad, leer los diversos tiempos por esto el evangelista fija su atención ahora en la figura del Espíritu Santo. Enviado por el Padre, a nombre de Jesús, su misión será recordar la enseñanza de ÉL a sus discípulos a través del tiempo. Profundizar su magisterio en la vida de los fieles y de la Iglesia. Además les promete una paz estable a los que creen en su palabra, a pesar de las asechanzas del mundo con su Señor, y contra de los fieles: no hay nada que temer (v. 27). Les exhorta a la alegría, porque va al Padre para volver, con la posibilidad de una mayor comunión con ellos. El Padre es mayor, en cuanto origen, de toda la historia de salvación, porque va a glorificar al Hijo y enviará al Espíritu Santo, pero el Padre y el Hijo son una sola cosa. Jesús entregará libremente su vida, todo termina con una confesión de amor y obediencia al Padre (vv. 28-29). 

b.- ¿Qué me dice?

- Me enseña que palabra, amor a Jesús y acción del Espíritu en el tiempo de la Iglesia van íntimamente unidos para ser digan morada de la Trinidad.

- Confiar en la acción del Espíritu Santo, el Paráclito no es sólo obedecer a Jesús, sino que dejarme guiar para mantenerme en su palabra vivificante.

-  Su paz es otra manera de estar presente y hacerlo presente cuando nos vemos amenazados por la violencia de donde provenga. Él es el Príncipe de la Paz  (cfr. Is. 9,5).

- El Padre es más grande y su partida deben ser motivo de alegría para el creyente, porque Jesús vuelve al Padre a su Casa, pero regresa con una multitud de hijos que adoptó para ser hijos de su amado Padre. ¡Cómo nos amado el Padre!

- Otros testimonios

c.- ¿Qué le digo? ¿A qué me comprometo?

5.-Momento de oración

a.- Salmo 66,2-8: Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.

- El Señor tenga piedad y nos bendiga,/ ilumine su rostro sobre nosotros;/ conozca la tierra tus caminos,/ todos los pueblos tu salvación.

- Que canten de alegría las naciones,/ porque riges el mundo con justicia,/ riges los pueblos con rectitud/

y gobiernas las naciones de la tierra.

-  ¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben. /Que Dios nos bendiga; que le teman/ hasta los confines del orbe.

b.- Santa Teresa de Jesús: Santa Teresa de Jesús, en las cumbres de la mística cristiana, la palabra sigue iluminando la vida del cristiano como al comienzo de ella. “La paz interior y la poca fuerza que tienen contentos ni descontentos por quitarla de manera que dure... Esta presencia tan sin poderse dudar de las tres Personas, que parece claro se experimenta lo que dice San Juan, «que haría morada con el alma» (Jn.14,23),  esto no sólo por gracia, sino porque quiere dar a sentir esta presencia, y trae tantos bienes, que no se pueden decir, en especial que no es menester andar a buscar consideraciones para conocer que está allí Dios. Esto es casi ordinario, si no es cuando la mucha enfermedad aprieta; que algunas veces parece quiere Dios se padezca sin consuelo interior, mas nunca, ni por primer movimiento, tuerce la voluntad de que se haga en ella la de Dios. Tiene tanta fuerza este rendimiento a ella, que la muerte ni la vida se quiere, si no es por poco tiempo cuando desea ver a Dios; mas luego se le representa con tanta fuerza estar presentes estas tres Personas, que con esto se ha remediado la pena de esta ausencia y queda el deseo de vivir, si Él quiere, para servirle más; y si pudiese, ser parte que siquiera un alma le amase más y alabase por mi intercesión, que aunque fuese por poco tiempo, le parece importa más que estar en la gloria.”  (Rel. 66,10).

6.- Alabemos a Dios

- Otras alabanzas…

7.-Preces

- Otras preces…

8.-Padre Nuestro

9.-Abrazo de la paz

10.-Bendición final.